sábado, 22 de septiembre de 2007

HABLA LA VIRGEN


MENSAJE DE LA MADRE CELESTE


La Beata Madre de Dios, Miriam. La Madre de la divina piedad, del celeste amor.

La paloma de la paz y Madre de todos.


Que tantísimo la amo y la he escuchado.

Habéis hecho un mundo de tramposos y de pesadillas. La hipocresía pulula y la maldad

ha anidado en vuestros corazones y en vuestras almas.

Os habéis vuelto hostiles y violentos hacia las buenas cosas, y nada hacéis para mejorar, existencia terrena de amarguras y de afanes.

Nada hacéis para enmendaros, para volver la vida más feliz, más sana y más fecunda.

Vuestros sacerdotes, me piden ayuda, asistencia y salvación. ¿Pero ellos, que cosas hacen?

¿Qué cosas hacéis todos vosotros que creéis en mi santo amor?

¿Qué cosas hacéis para merecer mis gracias?

Mi tristeza es grande por cuanto sucede en vuestro mundo.

Mi ansia es grande y dolorosa

¡Lo demuestro y no creéis!

Edifico signos tangibles y dudáis.

También me hago ver y otros no hacen más que escarnecer, escarnecer cuanto yo elijo hacerlo por medio de la naturaleza divina y la naturaleza humana.


Mis lágrimas son tantas, tantas, pero vosotros sacerdotes no queréis entender su significado, menos cuando estas lágrimas son trasmutadas en
perlas de sangre, de brillantes colores y de materno desanimo.


Me rogáis y al mismo tiempo me desobedecéis y me dais la espalda, poniendo una valla a mi santa invitación al arrepentimiento, a la obediencia de Aquél
que concebí y que mis humanos ojos vieron en la cruz como cualquier malhechor, El, El, El, la ternura del amor más grande de todos los amores; Es mi dilecto hijo.

El Sol hecho carne y sangre.

Os ha dicho y repetido, cuanto podría sucederos si no poníais freno a la degeneración, a la violencia, a la injusticia y a la locura que os hace sufrir.

Vuestros sacerdotes callan y vuestros corazones privados se endurecen siempre más, como es, el del temor a Dios.

El tiempo ha venido y no he podido contener el brazo de mi Hijo; no he podido evitar que caiga sobre todo el género humano, como un potente mazazo.

Es demasiado tarde, muy tarde, muy tarde.

DEL CIELO A LA TIERRA

Santiago el hermano del Señor